Plauto… hijo de Plauto y de Julia… ¿por qué estás tan callado?
Plauto… senador consular… ¿no tienes nada que decirme?
Rubelio Plauto… ¿acaso no corre por entre tus venas mi misma sangre divina?… ¿Cuánta de tu sangre es la de Marco Antonio y cuánta de tu sangre es de tu admirado Cayo Julio César?
Plauto, el que nunca dio un escándalo, el que siempre vivió aislado, lejos de Roma y de sus intrigas… ¿por qué no puedo apartar de ti mi mirada?
Plauto… ¡contesta a tu Emperador!, ¡contesta a tu Dios!
Ignoré a mi madre. Ya sabes cómo mi amada Agripina odiaba a esa perra de Mesalina, que ya viuda de ese ladino tartaja de Claudio, conspiró para reivindicar la que consideraba la sangre heredera precisa… tu calmosa sangre.
Hasta con Agripina ya en el Hades, subestimé a aquel cometa que insistía en tus insidias.
Ese mismo cometa que estuvo presidiendo los siete días de los funerales de ese soberbio de Julio César, que el zorro de Octavio utilizó tan arteramente para reivindicar la divinidad de Julio y, de paso, la suya y la nuestra como descendientes suyos que somos.
Reconocí el cometa en cuanto lo vi. Con su larga cabellera rubia como el de una prostituta teñida, advirtiéndome contra los de mi misma sangre.
Plauto… no hay peor cuña que la del a misma madera.
Plauto… ¿no me dices nada? Ni un reproche… ¡cómo no!…
El austero Plauto… el padre ejemplar… el abnegado esposo… el que nunca dice algo inapropiado… al que nunca se le oyó una palabra más alta que otra.
Plauto…amigo… ¿por qué estás tan callado?…
Plauto… ¡deja de apuntarme con esa narizota tuya, grande y ridícula como tu silencio… y contéstame!
Plauto… dime:
¿Por qué ya no me divierte agarrar esta cabezota tuya y burlarme de ella?
¿Por qué ya me aburre meter los dedos en tu narizota y echar a rodar tu melón contra el suelo hasta que rebote contra la pared?
Plauto… ¿Por qué, si contigo maté al último de mi sangre y ya no queda en este mundo más Dios que Yo, no puedo por más que lo ordene, decapitar tu recuerdo?
Inédito en libro (2019) En el año 55 Agripina fue acusada de conspirar contra Nerón para situar a Plauto en el trono con quien proyectaba casarse. El emperador, tras unas pesquisas, decidió no juzgar a Plauto. Tras la aparición de un cometa en el año 60, se renovaron los rumores del ascenso de Plauto y la caída de Nerón, por lo que el emperador ordenó el exilio del primero. Plauto, sin oponer resistencia, marchó a Asia. En el año 62 hubo rumores que indicaban que Plauto negociaba con el general Cneo Domicio Corbulón una rebelión. Nerón ordenó su muerte y su cabeza fue enviada a palacio donde se burló de lo espantosa que era la larga nariz del malogrado Plauto. A su viuda y a sus hijos les fue aplicada la damnatio memoriae, instrumento mucho más efectivo de lo que hoy sería su, en ocasiones loable, pero tibio y falible reverso denominado memoria histórica, ya que su biografía y nombres no han sobrevivido. Tácito afirma que Plauto era anticuado en sus gustos y austero en sus costumbres. Vivió una vida aislada a causa del temor y fue muy respetado por los nobles de su época que lo consideraban un buen padre y esposo.