Andrés se disponía a dar cuenta de su hamburguesa de ternera XXL con patatas panaderas. Solo había podido mirarla fijamente a los ojos y dedicarla el arrobo que merecía tras media hora de cola para adquirirla y otra media para acomodarla, pero al fin había encontrado un resquicio entre las atestadas mesas. Y a todo esto, había que sumarle un día agotador de diez horas de quirófano sin parar.
Milagrosamente le habían quedado reflejos para lograr cazar tres sillas y una mesa al vuelo. Según se levantaban sus ocupantes, se había dejado caer con la gracilidad de una morsa zancadilleada en el asiento más cercano, depositando su parka y su mochila del Atleti en las otras dos según aterrizaba, cual matrix reloaded, ante el refunfuño generalizado de los demás aves depredadoras de mobiliario.
No obstante, la cosa se estaba complicando, ya que Lola y Julián no llegaban. Empezaba a estar harto porque había ya dicho veintisiete veces que las sillas no estaban libres, y no sabía el tiempo que iba a poder retener su virginidad ante las miradas furibundas de las madres con hijos gritones, y las aún más feroces y peligrosas de los implacables jubilados merodeadores al acecho de la codiciada presa.
Pero justo cuando creía que todo se iba a desmoronar porque los comentarios de una pensionista no contributiva y un padre, que se habían aliado en un frente común, en voz alta empezaban a saltarse todas las líneas de seguridad y decoro, repercutiendo peligrosamente a su cogote :“ cómo es la gente, alguno tiene hasta tres sillas, y estos son los que nos tienen que mantener, y yo con tres niños…” emergió Lola embutida en unos vaqueros milagrosos que resaltaban una figura simplemente hipante, acompañada de ese hermoso patán de Julián que se había echado de novio, haciendo acopio de las sillas y disolviendo la manifestación.
No sé cómo os gustan estos lugares. Menos mal que había sitio. Vaya degradación- dijo el toy boy del tirón besando a Laura mientras daba una palmadita un tanto condescendiente a Andrés.
— Si… – contestó, cediendo Andrés, entre dientes, ya que lo único que quería estas alturas era satisfacer su ansiedad carnívora.
— No sé cómo te puedes comer eso. Y más un tío como tú que se supone que tienes una preparación. No te molestes, pero…
— Ya, si… – se contuvo, sonriendo Andrés, mientras trataba de hincar el colmillo.
— Mira- siguió arremetiendo Julián- porque Laura me ha dicho que tú eres médico, pero… ¿cómo le explicarías a un paciente tuyo, que te metes esa bomba entre pecho y espalda?- remató dándole un casi imperceptible pero eficaz golpecito en el codo que impidió a Andrés embestir a la ternera.
— No sé… refunfuñó entre dientes un paciente Andrés al que le empezaban a brillar de un modo extraño los ojos.
— Pues eso tío, los médicos deberían dar ejemplo. Qué cachondeo es este de que vayas a un centro de salud y que el endocrino esté como una foca- rió sonoramente Julián extasiado por su razonamiento.
— Bueno, no es mi especialidad- trató de zanjar humorísticamente Andrés, haciendo uso de su última bala de paciencia.
— Bah, bah – condescendió Julián guiñando un ojo a una abochornada Laura, que empezaba a sospechar lo peor al ver cómo le palpitaba la vena del cuello a Andrés. Para rematar con un letal eso díselo al pobre bicho que te vas a engullir ahora. A saber de qué granja la Mancha profunda habrá salido y en qué condiciones la habrán cebado.
— La naturaleza no da nada perfecto- contestó arrepintiéndose según contestaba, ya que Andrés odiaba pensar en voz alta y menos aún discutir con gente que no era íntima amiga suya.
— ¿Cómo? Pero… ¿ cómo puedes decir eso?- inquirió Julián con esa irresistible mirada bovina que había encandilado a Laura cuando la encandiló en aquella discoteca toledana.
— La naturaleza no da nada perfecto, es el ser humano quien debe consumar la perfección. Y ese es nuestro trabajo.
— Nosotros solo manipulamos lo que la naturaleza nos da, con tanto conservante, procesamiento artificial…- dijo Julián admirado de su razonamiento mientras miraba con suficiencia a una a duras penas sonriente Laura.
— Cuando tiñes de azul los vaqueros y de naranja la blusa tan maravillosa que se ciñen en Laura alrededor de su escultural figura multiplicas y proyectas la perfección. Alguien ha tejido la tela y el paño y alguien le ha dado el color. Levadura y fermento- Continuó Andrés mientras mirada sus manos llenas de salsa sin hacer ademán de limpiarlas.
— Nos hemos creado necesidades y no podemos alejarnos de ellas. Decir que la Naturaleza no es perfecta. Pues yo me hecho vegano… solo cómo productos que me da la naturaleza- continuó embalado Julián cual Paulo Coelho de supermercado.
— A mí plin. Entiendo ser vegano como un acto de fe, o como una religión. Si es así te respeto.
— Pero que religión ni que ocho…
— Respeto todas las creencias- continuó en su salsa Andrés al que le estaba sabiendo de maravilla su chorreante festín.
— Que no es una creencia, joder
— Los seres humanos elevamos la materia. La naturaleza es imperfecta por naturaleza. Somos los panaderos que perfeccionamos el trigo. Somos los bodegueros que sublimamos la uva. Somos los tejedores que hacemos arte con el lino- prosiguió Andrés que se estaba gustando hasta el orgasmo en su enajenación carnívora.
— Deja de decir gilipolleces. En lo puro está la esencia- estalló Julián sin saber muy bien lo que había dicho
— Me gusta tu nariz. Es perfecta.- terció con una serenidad inusitada mirando por primera vez a los ojos al Adonis y a una intuida Laura que se escondía entre los barrotes de sus hermosas manos.
— Pero qué coño…- acertó a balbucear Julián.
— Es perfecta. De hecho la hice yo. No sé quién coño eres pero tu puta nariz es mía. Puedo reconocer una obra entre mil. Ves… eso es lo que más me gusta, cuando se pone roja.
— Pero quién coño te crees que eres…- escupió iracundo Julián.
— Tu cirujano plástico- continuó con sedosa e hipnótica maldad Andrés- cretino… el que ha elevado tu nariz a la perfección derrotando a esa naturaleza perversa que te había dado esa odiosa tocha que tenías… Así que cállate de una puta vez y déjame comer mi hamburguesa- concluyó sin elevar un ápice la voz mientras pedía otra ración de patatas a la camarera, que no dejaba de mirar sin disimulo a Julián ya que le ponía mucho su sexy nariz respingona, tanto como a Julián le ponían sus sinuosas e imperfectas caderas.
Inédito en libro(2019) Existe la extendida creencia de que lo que la naturaleza no da Salamanca no lo presta. Aunque quizá sí lo haga un buen cirujano. Pero de ahí a pedirle que encima se cuide y él también imite a la naturaleza hay un trecho...