Eduardo Chillida: El portero del aire
“Yo he tenido muy en mente toda la vida lo que he aprendido del fútbol. La gente se ríe cuando digo esto, pero en el fútbol yo aprendí muchas cosas que he utilizado después en la escultura”.
Eduardo Chillida (1924-2002): escultor universal y portero de la Real Sociedad
En el arte, en el fútbol, posiblemente en la vida, casi todo se puede aprender, pero nada o casi nada se puede enseñar.
Todos conocemos a Eduardo Chillida como posiblemente el escultor español más importante de todos los tiempos. Como el autor de ese magistral peine del viento, que acaricia el espacio y el tiempo de San Sebastián, recibiendo sin descanso las olas y los vientos frente al horizonte inalcanzable: “No vi el viento, vi moverse las olas, no vi el tiempo, vi caerse las hojas”, diría el artista para definir ese diálogo preñado de preguntas, entre el acero y las fuerzas de la naturaleza.
Pero Chillida también fue espacio y tiempo en el mundo del fútbol. Portero esculpido y forjado en las playas de Donosti, debutó con la Real Sociedad el 27 de septiembre de 1942 en un partido contra Osasuna.
Hijo de familia acomodada, no olvidemos que su padre Pedro Chillida fue presidente de la Real Sociedad entre 1942 y 1945, Chillida quiso ser arquitecto y preparó el ingreso a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid, aunque abandonó por discrepancias con su idea y manera de entender la arquitectura, para volver al País Vasco y dedicarse al fútbol gracias al legendario entrenador txuri urdin Benito Díaz ( Tío Benito) que le fichó recién llegado a la Bella Easo tras su periplo en el Girondins de Burdeos.
La Real Sociedad era por entonces un equipo ascensor. No está de más recordar que en los 40, en plena posguerra, la Real tuvo que vender para sobrevivir económicamente, lo que imposibilitaba la constitución de un bloque estable y competitivo. Tras la campaña de 1939/40, la Real Sociedad perdió a sus dos mayores promesas, el portero Ignacio Eizaguirre y el delantero Epi, que fueron fichados por el Valencia CF , llegando ambos a ser internacionales. Tras la nefasta temporada 41/42 en primera división en la que se cosecharon unos paupérrimos 12 puntos en 26 partidos, la temporada 42/43 fue la del ascenso. Esa temporada el portero fue un prometedor Eduardo Chillida.
Chillida jugó los catorce partidos de liga como titular encajando dieciséis goles. La Real se impuso en su grupo, y luego superó en la liguilla final a Real Valladolid, Sporting de Gijón, SD Ceuta y Jerez CF. La Real Sociedad consiguió aquel año el ascenso directo a Primera División al quedar segundo tras el Sabadell. Sin embargo, una sucesiva cadena de lesiones fue debilitando su menisco, hasta su último partido contra el Valladolid en el que se retiró lesionado tras chocar con el potente delantero Fernando Sañudo.
Aunque entonces se habló de rotura meniscal, por la evolución y largo tratamiento con cinco intervenciones quirúrgicas, con el tiempo se especuló que probablemente sufrió una compleja lesión de ligamentos cruzados y meniscos de la rodilla. La realidad es que en el encuentro de reaparición, precisamente contra el Real Madrid, la lesión se reactivó en el que fue su último partido.
Aquellos escasos catorce partidos fueron suficientes para que le echara el ojo el FC.Barcelona, y que fuera pretendido por un Real Madrid en el jugaban conocidos vascos como Alsúa, Arzinegui o Querejeta. El Real Madrid de entonces, si bien había endosado al Barcelona un histórico 11-1 el la Copa del Generalísimo, andaba errático en una Liga en la que acabó el 10º. Pero coincidiendo con la llegada de Santiago Bernabéu en 1943, que fue presidente durante los siguientes 35 años, se estaban poniendo los cimientos de lo que llegaría a ser históricamente el club. Lo que hubiera podido nacer si esas negociaciones hubieran fructificado (y sobre todo si Chillida no se hubiera retirado con sus escasos 19 años), nunca lo sabremos, aunque resulta evocador imaginarlo.
El gato Chillida explicaba que el fútbol es un espacio bidimensional, y que el área y el marco de la portería constituyen la única realidad tridimensional de un campo, un diedro, para concluir que posiblemente las cualidades para ser un buen escultor y un buen portero son prácticamente las mismas… y así se lo relataba al cineasta Gonzalo Suárez: “En la portería aprendí cosas nuevas sobre el espacio y el tiempo, porque en ese lugar están actuando, y de qué manera. La portería es la única zona tridimensional del campo. Donde ocurren todos los fenómenos activos del fútbol es en el área y en la portería”.
Su inteligencia también la puso al servicio del fútbol: “Hubo un momento en el que intenté todavía, después de cinco operaciones, volver a jugar, poco a poco. Entonces ya no tenía la posibilidad de moverme con la velocidad que me movía antes ni de usar una pierna al mismo nivel que la otra. Por eso, cuando me tenían que tirar un penalti en los entrenamientos con Benito Díaz, que es el que me cogió a mí para la Real, me colocaba, no en el centro de la portería, sino un poco más a la derecha. Ellos debían pensar que estaba tan nervioso que me estaba colocando mal. Yo les dejaba tirar y sabía que lo iba a tirar por la izquierda, y paraba muchos penaltis”.
Su obra más importante relacionada con el fútbol fue el gran mural que le encargaron para el estadio de fútbol de Atocha en San Sebastián, del que sólo se conservan los dibujos preparatorios.
En una larga entrevista concedida a la periodista mexicana Sanjuana Martínez, Chillida a sus 77 años hablaba de fútbol. “Si no me lesiono, yo sería entrenador, en vez de escultor (…). Después de la lesión no podía saltar como antes (…) Cosas como estas tienen que ver con el espacio, el tiempo, la velocidad y la geometría, porque cuando un portero sale a buscar al delantero está reduciendo el tamaño de la portería”.
Chillida dejó de ser portero para convertirse en posiblemente el escultor español más universal de todos los tiempos. ¿Se imaginan qué portero podía haber legado la historia, si no se hubiera lesionado ese genio que vivió obsesionado, no por el ángulo recto, sino por el ángulo que hace el ser humano con su sombra? Ese genio, que en su infinita modestia y pasión por su trabajo, era capaz de tener en la mente esta reflexión qué él mismo acuñaba cada mañana antes de ponerse a domar el aire, para forjarlo desde el hierro, espacio y tiempo:
Tengo las manos de ayer, me faltan las de mañana.
Qué portero perdió el fútbol, pero qué artista ganó la humanidad.