Gurb era la mente más poderosa y sistemática que Eduardo había conocido nunca.
Gurb era capaz de almacenar en su prodigioso cerebro, o lo que demonios fuera aquello, el temario de Notarías en menos de cinco horas y cantar los temas en tres versiones de quince, doce y diez minutos (a velocidad media, crucero y de opositor gallego) cualquiera de los trescientos diecinueve de la parte civil, penal, mercantil y laboral sin que el preparador sospechase lo más mínimo que Gurb en realidad se hacía pasar por Eduardo.
Porque lo realmente asombroso de Gurb no era esa capacidad de memorización, de la que ya se habían dado algunos casos en la Península en algunos pueblos recónditos de Palencia, Soria, Burgos, y con alguna leve mayor intensidad en zonas del interior de Galicia; sino el hecho de que Gurb podía mimetizarse en cualquier persona física o semoviente y además imitar el más mínimo de sus ademanes, incluido timbre de voz, sin despeinarse, en caso de que el interfecto fuera calvo.
Cuando Gurb, ya convertido en Eduardo, se dirigía a examinarse en la sede de la Dirección General de Registros y Notariado encadenó los siguientes acaecidos:
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- La churrera del barrio de dijo: Eduardo, con ese traje y esos castellanos estás de toma pan y moja; estoy segura que hoy ligas.
- A la salida de la churrería se cruzó con un parroquiano, que estaba parloteando con un colega suyo funcionario sobre la lamentable ristra de resultados de Real Madrid, que al verle ligeramente azorado, sin duda por el comentario de la churrera cañón, le espetó guasonamente guiñándole un ojo: tranquilo Eduardo, ya verás cómo al final no echan a Lopetegui del Madrid.
- Tras un paseo de diez minutos Eduardo se plantó ante el Tribunal, que cansina y ceremonialmente le sacó las bolitas del examen.
- Gurb empezó con el tema primero que le había caído en suerte: el Estado de Bienestar en la España de la Autonomías. El principio de solidaridad interterritorial. Para acto seguido, y sin llegar a decir esta boca es mía ( ante el pasmo del Secretario del Tribunal que era el único que le estaba mirando) disolverse sin dejar más rastro que el traje, los zapatos y una inquietante bolsita repleta de dientes de leche, que “ seguro que le iba a dar suerte”, y que Eduardo había insistido en que llevara colgada del cuello ante la divertida incomprensión de Gurb.
Y así es como Eduardo había pasado de verse de Notario en Castelldefells, dándose la gran vida, a ser dado oficialmente por muerto ( gracias al ADN de los dientes) en menos que canta un pie sudado, por no haber contado en su plan sin fisuras con aquello que decía, negro sobre blanco, el famoso divulgador científico israelí que llevaba millones de libros vendidos, de que: solo el Homo Sapiens puede hablar sobre cosas que no existan realmente y creerse seis cosas imposibles antes del desayuno.
Inédito en libro (2019) Este relato es un pequeño homenaje a mi amigo Enrique Galindo, escritor y amante de Gurb, escrito desde la admiración por el gran Eduardo Mendoza y sus maravillosos personajes. Todos los que hemos estudiado oposiciones en algún momento de nuestras hemos maquinado planes de este tipo con resultados nefastos. El divulgador israelí es Yuval Noah Harari, y su libro es Homo Sapiens, una lectura muy amena y recomendable.