(Santiago de Chuco, 1892 – París, 1938) Poeta peruano, grande entre los grandes. Poeta a la altura del chileno Pablo Neruda o el mexicano Octavio Paz, pero con un toque dolido y doliente que quizá le otorgue un punto más de poeta y mito. Modernista, vanguardista, social, comprometido. Los epítetos se le quedan nimios en cuanto a poeta reconocible, original y personalísimo. Sensible y expresivo hasta la tortura, Vallejo es un poeta al que le duele el ser humano en el sentido más íntimo y colectivo del término. Así le siento yo.
MENTIRA
Mentira. Si lo hacía de engaños,
y nada más. Ya está. De otro modo,
también tú vas a ver
cuánto va a dolerme el haber sido así.
Mentira. Calla.
Ya está bien.
Como otras veces tú me haces esto mismo,
pero yo también he sido así.
Trilce (poema LI) (1918-1922).
LOA A LA MENTIRA
Mentir en su justa dosis,
Si es que algún veneno las tiene,
Perfila los labios de la perfección,
Los maquilla admirablemente,
Y en sus mejores versiones
Los opera con rara e incontestable habilidad.
La mentira es agradecida
Porque hace feliz a quien sabe cómo seducirla
Y hacerle el amor.
La mentira convierte en necesario criminal
A quien aprende a acometerla con la fina discreción
De un bisturí fino y elegante.
Por todo ello es tan bella la mentira,
Tan insultantemente joven.
Por eso no la soportamos
Por eso la envidiamos tanto
Por eso y porque tiene unas tan piernas largas y hermosas.
Como las tuyas,
Las piernas más bellas y poderosas
Que jamás hayan visto ser humano alguno.
Puedes creerme.
Inédito en libro (2019) Trilce permaneció en el olvido hasta que 1930 fue publicado en España, con prólogo de José Bergamín y un poema-salutación de Gerardo Diego. Hay quien dice que el título deriva de tres; existe una habladuría muy hermosa que dice que es el resultado de unir las palabras triste y dulce. El propio Vallejo le dijo dn una entrevista a César González Ruano en 1931, ante la pregunta «¿Qué quiere decir Trilce?»: «Ah, pues Trilce no quiere decir nada. No encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título, y entonces la inventé: Trilce. ¿No es una palabra hermosa? Pues ya no lo pensé más: Trilce». en cuanto al tema de la mentira, qué decir de ella. Siempre tan vilipendiada como recurrente. Todos la odiamos, todos la usamos. Maldita sea su estampa. ¿Quién no se ha enamorado de una hermosa mentira y en su fuero interno no se arrepiente de ella por más que abjure públicamente de ella con admirable desdén?